Todo tiene una lógica, hasta el sabor. La mayor y mejor productora europea de fresas, la provincia de HUELVA, tiene una aplastante y natural: 248 horas de sol mensuales en primavera, una mínima oscilación térmica entre el día y la noche, y terrenos fértiles y lozanos. En 2008 fueron 250.000 toneladas, de las que el 15% se quedaron en territorio nacional y el resto viajaron al extranjero para el disfrute sobre todo de alemanes y franceses.

La fresa no nació en la campiña onubense, pero su microclima hizo que esos pequeños frutos rojos viajaran desde California hasta adecuarse al terreno occidental andaluz. “Fue el empresario sevillano Antonio Medina quien llevó a Huelva las primeras plantas freseras allá por 1960 y el verdadero precursor de su cultivo”, ilustra Rafael Domínguez, gerente de Freshuelva -la asociación onubense de productores y exportadores de la fresa-.

Desde entonces, la llegada de la primavera viene marcada por 7.500 hectáreas vestidas de blanco que esconden millones de motas coloradas de un delicioso sabor dulce. “La temporada de la fresa dura desde finales de enero hasta finales de mayo, aunque se centra del 15 de marzo al 15 de abril”, explica Domínguez. Las carreteras de la provincia se abren alrededor de los cultivos desde Almonte hasta Ayamonte, en la frontera con Portugal, y rodar por ellas es una invitación constante a parar y comprar una caja de las conocidas fresas de Huelva.

 

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